martes, 25 de agosto de 2015

Quedarse yendóse, irse quedándose.



"He decidido quedarme aquí, aunque es probable que, de vez en cuando, me vaya. Podría ser que cuando vengas no esté. Podría ser que te inquietaras, aunque yo siempre vuelvo y, de haber estado el día que me fui, lo sabrías.

No me quedo a esperarte, pero sé que vendrás cada vez que decidas que fuera hace ya mucho frío, o demasiado calor.

Si vuelves y no estoy, es probable que creas que juego a irme cuando vienes. Y eso sí es culpa mía, porque cuando te vas nunca te digo cuanto te echo de menos, para que no lo sufras.

Si te vas, tendrás miedo, de que no esté al volver, y aunque te quieras ir, no vas a disfrutarlo, porque sé que, a la vez, querrías quedarte, y eso, en este universo, aún no es posible.

Y es que tú y yo, a veces queremos lo mismo, aunque no lo parezca. Vivimos bajo la misma llama, contemplando el mismo fuego, aunque uno sea el pirómano y el otro sea el bombero. Que tus cenizas no se cansan de apagar mis llamas. Que otra vez arderás y si me llamas volveré a cogerlo.

Que sé, que todo lo que sube baja, que todo lo que entra, sale, y no sé cuántas tonterías más. Pero tu ascensor suele averiarse por encima del tercero y yo vivo en el cuarto. Y otra vez volverás despacio. Y, de nuevo, te irás corriendo.

Y mientras te alejas desearás que te espere, sufrirás pensando que quizás ya no esté. Desearás que me vaya bien. Y, cualquier madrugada, volverás a llamarme preguntando si sigo asomada a la ventana, pidiéndome que te cuente cómo está hoy el mar, diciéndome que, de verdad, lo que echas de menos son las vistas.

Que yo no era así, que me gustaba el rosa y las cosas ordenadas, todo en su sitio. Pero ya no soy yo, somos nosotros. Y sé que tengo muy mal café, y que lo tomo solo y sin azúcar, pero sé describir el paisaje como nadie, o eso te parece. Y lo cierto es que todavía fundimos los polos y contamos las fases de la luna.

Que al final tus ojos no eran color miel, sino verde monte, que tu única convicción eran tus dudas y ahora, ya descifradas, las has separado de los miedos. Que una vez amenacé con bajarme porque pensé que ya no ibas a remar. Y hasta mandé parar al burro. Que es lo que hay, que al final puede evaporarse y no ser nada y que el que nada no se ahoga.

Que ya he oído más veces que los finales de verano son terribles, pero yo ya no suspendo, ni me quedan para septiembre. Que me encanta el otoño desde niña. Que si quieres volver, que vuelvas, y si no saluda a tu bipolaridad de mi parte pero recuérdales que yo me he divertido con los dos, que al parecer soy la única que prefiere vivir con ambos. Que quizás me dolió una vez, pero la verdad es que siempre he sabido que hay vida más allá de la montura de tus gafas pero que es mucho menos interesante.

Y ya sé que podría haber escrito esto de forma más amena y ordenada pero yo siempre encuentro todas mis cosas en medio de mi caos. Que si hay que morder, se muerde, pero prefiero los perros ladradores, que hasta en ellos me gusta que me hablen. Que voy a sonreírte en blanco para que flipes en colores. Y, a partir de ahora, los cafés de dos en dos, el mío sin azúcar.

Que yo pienso remar hasta que se me caigan los brazos y que si hay que convencer al burro de que es un caballo, lo convenzo."

Marián Fraile Basanta.

jueves, 13 de agosto de 2015

La mejor forma de vivir.


La mejor forma de vivir suele ser saltar los vacíos con los ojos en blanco, con las cicatrices tatuadas a fuego en la piel y con la perpetua sensación de que siempre habrá lugares preciosos donde aterrizar. 
Aterrizar y hacer volar los miedos para que estos se reproduzcan de forma totalmente imparable. Desnudarse ante los demás, ante tus propias emociones y traspasar las fronteras físicas y mentales que nos separan a las personas supone la trepidante y excitante sensación de sentirse vivo, pero vivo con este incremento de fracasos, miedos, soledad y con la única verdad de que aprender a convivir con uno mismo y su propia valentía de atrever a destruirse es uno de los motores que nos empuja a seguir amando la vida.
 

sábado, 8 de agosto de 2015

Una vida.




Miras hacia atrás, intentado recomponer una vida que no llegas a entender. Hubo momentos difíciles, muy duros, en ocasiones realmente tristes, bañados en lágrimas y te das cuenta que nada ha sido casualidad. Quizá todo eso es lo que te ha puesto en este lugar. Has escondido la sonrisa tantos años que ahora no sabes cómo sacarla a relucir. Te crees una persona "normal", pero en ti no queda nada de eso. Te planteas si todo aquello fue un papel que te tocó representar. Si ese mundo que creaste y crearon era tan sólo el preámbulo de una vida llena de emociones. Sí, eso es, emociones, sentimientos, feelings. Experiencias repletas de una realidad inmensamente más gratificante que las que hasta ahora has experimentado. 
Esa mueca poco a poco se va quedando perpetua y sin querer te vas iluminando. Ríes, ¡brillas! Pero al final logras entenderlo porque cada minuto que vives te das cuenta que lo más importante es ser feliz, sonreír y apreciar que sólo tenemos esta vida para hacer lo que se nos ofrece. Y vivo, lo hago con tantas ganas que los años parecen segundos. 
No somos conscientes pero la felicidad es el acelerador más potente de nuestros días. Cuanto más lo presionas, más rápido vives.