sábado, 20 de junio de 2015

El amor nunca podrá ser una emoción pasiva ni unilateral.


Supongo que cuando nos enfrentamos a una ruptura amorosa lo primero que hacemos es buscar culpables. En este caso, y para no dejar de lado esta importante tradición, me gustaría culpar a mi propia inocencia por haberme enamorado de ti de la forma que lo hice. La verdad es que nunca imaginé que un sentimiento de esta intensidad se desarrollaría en mi interior.
Fue casi como ver crecer a una pequeña planta, lentamente, cuadro a cuadro y pronto verse enfrentado a que esta pequeña se había convertido en un árbol, un árbol que pronto fue violentamente derribado.

A pesar de la lentitud, no fui capaz de comprender los signos de advertencia que se daban a mi alrededor. Lentamente comencé a ahogarme en la profundidad de tu mirada y tus silencios me ponían cada vez más ansiosa. Supongo que fue esto lo que me hirió más: la falta de palabras junto a las expectativas y sueños que lentamente fui tejiendo entre mis manos.

Me hirió que a pesar de que podía sentir la verdad en mi cuerpo y el frío en los huesos nunca fuiste capaz de decírmelo, y yo, inocente de mi, incapaz de intuirlo. Con nosotros no hubo despedidas ni palabras desgarradoras, tú simplemente te desvaneciste.

Nunca admitiste la real razón y es por eso que muchas noches estuve especulando si es que la culpa fue mía. Hoy, y mientras escribo esto, he decidido que si alguien fue el culpable, ese fuiste tú con tu falta de madurez y tu incapacidad de decir las cosas por su nombre. Tu silencio fue una constante casi desde el principio y las únicas veces en las que nos conectábamos era cuando decidías que tenías, finalmente, ganas de besarme.

Nunca llegué a ver más de ti que eso. Creo que estaba siempre a la espera de ese momento, momento en el que finalmente te quitaras la máscara y me revelaras a tu verdadero yo. Imaginaba que ese sería el momento en el que nos daríamos cuenta que éramos el uno para el otro porque yo sería la única capaz de comprenderte y ayudarte. Fui ilusa e ingenua. Pensé que eras alguien que resultaste no ser y ser, más bien, todo lo contrario.

Finalmente me decidí a dejar ir tu recuerdo. Tu presencia ya no formaba parte de mi vida cotidiana hacía meses. Creo que he comprendido que ambos nos merecíamos el mismo tipo de felicidad, que el amor no es, ni nunca podrá ser, una emoción pasiva ni unilateral. Supongo que es por esta misma razón que me niego a decir que lo que tuvimos fue “amor.” Si puedo hablar de amor, y si se me permite hacerlo, llegué a la misma conclusión que muchos otros antes que yo: que el amor que realmente importa es el amor propio y que amarse a uno mismo antes que a los demás nunca pasa de moda.
Dicho esto, hay que seguir viviendo, después de todo, cada cosa que nos pasa en la vida es una lección que debemos atesorar.

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