Hay
momentos duros, momentos que sientes que la cuesta está más empinada de lo
normal. Y que la tormenta está encima.
Pero
de repente, miras al lado y te das cuenta de que no estás solo. Que hay quien
te acompaña a subir, sin dejar que te rindas, empujándote hasta conseguirlo. Y
que siempre te hace un poco más feliz el camino.
Porque
muy pocas personas son capaces de tocar el timbre cuando lloras, pero yo sé de
una que es capaz de tirar la puerta abajo si algún día lo hago yo.
Y es,
entonces, cuando vuelves a ver el sol.
Incluso
lloviendo.
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